Un vino «a la romana» 5/5 (4)

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Si bien el vino forma parte de nuestra historia desde que hace un poco más de 5.000 años, en la zona de Haji Firuz (actualmente Irán), se comenzara a fermentar la uva, es bastante más acá en el tiempo que se extendió por Europa y recién a partir del siglo XVI llega a América. Podríamos decir que históricamente hubo dos grandes oleadas de expansión, la más reciente es justamente la llevada a cabo por los conquistadores europeos en sus travesías a América, África y Oceanía. La más antigua y tal vez más fundamental fue la desarrollada por el Imperio Romano.

El vino llega a la península itálica cerca del año 800 A.C. en pequeños asentamientos griegos en el sur de la bota. Varios siglos más tarde los romanos recuperan (o toman, depende cómo se vea) dichas zonas y allí el vino pasa a formar parte fundamental de sus vidas. Dato anecdótico: los romanos desarrollaron el concepto de viñedo “grand cru” en el siglo II A.C.

Es a través de las invasiones romanas se extiende a toda Europa, alcanzando incluso zonas muy por encima de las actuales regiones vinícolas conocidas, ya que los romanos plantaron viñedos al norte del paralelo 55. Para hacernos una idea bien gráfica de dónde estamos hablando, en dicho paralelo está la frontera entre Alemania y Dinamarca.

Obviamente que el vino de aquella época era bastante diferente al que conocemos hoy. Por su elaboración contaba con graduaciones alcohólicas altas y uno puede imaginar que su sabor sería algo complejo, sin contar además con la gran variabilidad que habría año tras año. Dato anecdótico 2: el vino no se diluía con agua, sino a la inversa, ya que el agua a la que se podía acceder estaba prácticamente siempre contaminada.

La graduación alcohólica de algunos vinos era tal, que el escritor Plinio aseguró que si se acercaba una copa a la llama de una vela, el líquido se encendería (seguramente una exageración, pero ilustra un gran porcentaje de alcohol). La capacidad de envejecimiento era notable en algunos casos, como en la notable cosecha del 121 A.C., que según el cónsul del momento, Lucio Opimio, se trató de una cosecha óptima, que al parecer se seguía bebiendo un siglo después…

A la hora de mezclar el vino, las posibilidades eran eran muchas, prácticamente libres. Pero había algunas reguladas y con marcas registrados. El caso del vino Mulsum era una preparación donde el vino se fermentaba junto a la miel (a razón de cuatro partes del primero por cada una de miel) y se mezclaba luego con hierbas y especias.

En Narbonne, Francia (ciudad fundada por los romanos y por donde pasa la “vía Domitia” (ruta adoquinada que unía Roma con Hispania, centro neural de los negocios y la expansión en esa época), se vende una serie de vinos a la vieja usanza. Uno de ellos se basa en la receta original de un agrónomo romano del siglo I de nombre Columelle. Lo produce la bodega Domaine du Cardona y la base es un blend de Syrah, Garnacha y Carignan.

Compré y probé el vino. Más allá de una posible nota de cata, el vino está bien siendo lo más objetivo posible. Si me lo dieran a probar sin decirme de qué se trata pasaría rápidamente al olvido. Pero el vino nunca es (o nunca debería ser) el líquido objetivo. La degustación (profesional o no) no es un proceso para llenar un formulario. Todo es lo que es en la medida de su contexto. La experiencia de probar algo muy similar a aquello que se tomaba hace 2000 años engalana la cata, se trata de una copa de historia (literal y metafóricamente), lo que hace que el resumen sea más que satisfactorio.

Si quieren saber cómo era el vino, les comento que su color era bordeaux muy, muy oscuro, las lágrimas (gracias a sus 14 grados de alcohol y a la presencia de miel) se tomaban mucho tiempo para descender. El aroma era muy complejo, recordando a un Fernet pero bastante más suave. Aroma a uvas pasas mezcladas con hierbas aromáticas y un dejo de miel bien en el fondo. En boca es menos dulce de lo esperado (y lo prometido), cuenta con buena acidez y los sabores son más bien herbales. Sorprende su corto final de boca. En resumen, con los parámetros actuales sería un vino medio, pero en la concepción de su realización y su referencia histórica me pareció una experiencia más que gratificante.

La foto que ilustra el artículo fue tomada en el “Horreum” de Narbonne, se trata de un antiguo mercado romano devenido en un museo muy, pero muy interesante y bien logrado. Allí se pueden comprar variedad de vinos “a la romana”, juegos de mesa de la época y otra cantidad de souvenirs. Paseo imperdible si visitan la ciudad. Las ánforas que aparecen en la foto son (de izquierda a derecha): una ánfora de tipo Pascual, de origen española, siglo I A.C.; ánfora de tipo Dressel, de origen española pero con diseño italiano, siglo I D.C.; ánfora greco italiano, siglo I A.C. Ánfora tipo Dressel (pero más “moderna”), provincia de Tarragona, España. La última es una ánfora Griega (no es seguro) del siglo I D. C.

Si quieres saber más sobre la elaboración del vino romano visita este enlace:  http://vinumvitis.blogspot.com.es/2014/09/el-vino-romano-de-benito.html

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